Tan lejos, tan cerca (dos ciudades que ‘podrían’ ser tan iguales…)


 Texto escrito originalmente para Total Street Magazine

Helsinki, capital de Finlandia. Norte de Europa. Habitantes felices y que se jactan de que en su ciudad, el diseño es parte de su identidad. Nombrada como la Capital Mundial del Diseño 2012 por el Consejo Internacional de Sociedades de Diseño Industrial. Pese a que no es una de sus actividades núcleo en cuanto a industria, el diseño está en el ADN de sus habitantes e incorporado en la vida diaria. Por ello, a la hora de encontrar soluciones a las necesidades de su gente, en Helsinki siempre se combinan cualidades estéticas, funcionales y que no pisotean el desarrollo sustentable.


La Serena, ubicada al norte de Chile. La segunda ciudad más antigua del país. Dos veces incendiada (indígenas y piratas), dos veces reiniciada desde las cenizas. A inicios de los años 50’ protagoniza una innovadora iniciativa que busca renovarla con inversiones y remodelaciones urbanas. "Plan Serena" fue el nombre del proyecto, que le permite ostentar hoy un estilo arquitectónico propio, donde se conservan antiguas construcciones de estilo colonial, siendo muchas de ellas importantes Monumentos Nacionales. Por si esto fuera poco, ha sido catalogada por diversos estudios como una de las ciudades con mejor calidad de vida y con condiciones ideales para la crianza de hijos.

Helsinki, capital de Finlandia. A sabiendas de lo que se les vendrá en 2012, y buscando propiciar cambios reales en la ciudad, el Departamento local de Planificación Urbana organizó dos concursos de ideas: uno que busca rediseñar la calle principal de su distrito financiero, y otro que pretende potenciar su puerto sur, parte clave de su imagen identitaria. “Construiremos una ciudad mejor, más inteligente y por sobre todo, más feliz. Seremos un punto de referencia”, dicen ellos.


La Serena, ubicada al norte de Chile. Desde el municipio y el gobierno regional, urbanistas y arquitectos, sin consultarle a nadie en la ciudadanía, han diseñado y ejecutado algunos proyectos de renovación e innovación urbana. Pequeños parques y plazas emergen en sitios baldíos de la periferia, mientras que su principal avenida es reordenada, y al mismo tiempo, las esculturas que la caracterizan, reciben su primera ‘manito de gato’ desde que fueron creadas. En contraste, diversas edificaciones de su casco histórico se caen producto de la gravedad y el deterioro. Un concepto llamado ‘Plano regulador’ es esgrimido como el villano de una película con muchos secundarios que no saben para quien trabajan.

Jamás he estado en Helsinki. Sólo una vez me subí a un avión, de hecho, y no fue para salir del espacio aéreo nacional, precisamente. Pero me la juego por asegurar que en Helsinki sus habitantes están conscientes de donde vienen, de lo que son y de lo que vale la urbe que los acoge. En contraste, transito a diario y anónimamente por las aceras de La Serena, y por ende, soy testigo privilegiado de cómo la ignorancia y la desidia corroen a una ciudad, que quizá, debería haber llamado la atención del Consejo Internacional de Sociedades de Diseño Industrial muchísimas décadas antes que Helsinki.

Porque la playa sobra, el mar refresca, la papaya endulza y la arquitectura de sus construcciones embriaga, pero variados actos anónimos y constantes le van echando paladas de indiferencia a todo lo que soñó Pedro de Valdivia o Gabriel González Videla en su momento. No se trata de pecar de grave, pero en hechos como botar un papel en la calle o rayar con spray una escultura, hasta levantar y levantar casas y edificios en la periferia –que obligan a sus habitantes a trasladarse obligatoriamente en vehículos y saturar sus escuálidas vías de transporte-, se percibe poco aprecio por la historia, por la fama, por los rótulos que brindan los estudios urbanísticos y por lo que, aún, se es como ciudad.

Los turistas, que llegan con fuerza imantada en temporadas altas, desconocen que tras todas las comprobables maravillas que les ofrece la ciudad, existen ‘amenazas’ en ciernes que anuncian un futuro más bien sombrío -en materia urbanística- para ‘la ciudad de los campanarios’. Por un lado, el plano regulador ha obligado a que edificios y conjuntos habitacionales aparezcan como maleza en las zonas lejanas al centro. Hasta allí, ningún problema, pero como las calles y avenidas son las mismas, la ecuación y resultado cae con varios kilos de obviedad: casas lejos del centro + habitantes viajando en auto (gigantesco aumento del parque automotriz -35 mil vehículos se trasladan diariamente sólo entre Coquimbo y La Serena) + las mismas calles de siempre = congestión, bocinas y estrés. Un pequeño y futuristas Santiago, nortino y con cielos azules.

Pero los nuevos radios inmobiliarios no sólo copan la periferia, sino que también se acomodan lentamente –pegados unos a otros-, como un largo cordón gris de edificios, en toda la zona costera, levantando una nueva y moderna muralla china en versión provinciana y playera.

Y a diferencia de Helsinki, o cualquier otra ciudad que aprecie su esencia, patrimonio y configuración urbanística primigenia, en La Serena no se advierte un discurso masivo que se tome de las manos para valorar el presente y cuidar los próximos pasos. Por el contrario, la dicotomía es abismante: en una esquina, las autoridades abogan por flexibilizar el plano regulador para permitir la construcción de edificios en altura en el centro y atraer más inversión, mientras que en otro extremo, las prioridades de sus habitantes apuntan –en su gran mayoría- a que los aparcaderos del mall vuelvan a ser gratis.

En La Serena, pese a todas las adjetivaciones positivas que se le puedan endilgar, sus ciudadanos sufren del síndrome del caballo de feria: caminan con la cabeza gacha, atentos a algún punto ciego del pavimento, mientras cargan sus anécdotas, problemas y deudas rumbo a la playa o a la multitienda más cercana. Y poco elevan la vista para conocer y reconocer por qué diablos las cornisas, ventanas y balcones de los edificios del centro tienen esas ‘extrañas’ formas.


A miles de kilómetros de acá, en el norte de Europa, las fuerzas vivas de la ciudad (como tanto les gusta subrayar a los políticos) opinan, participan, critican, aman, valoran, proyectan y cautelan el núcleo y la fachada de la urbe que los cobija y enorgullece. Y a pocos minutos de mi casa, mis vecinos también se inflan el pecho para enumerar las maravillas de la ciudad, mientras transitan por calles saturadas de ‘city cars’ que convergen en el atestado y popular comercial, que hoy se erige como el real motor y corazón de la urbe, aún temporada de ‘no ofertas’.


Y aquí no se trata de jugar al indio europeizado o al esnób pretencionista que pretende abrir su ventana una mañana y observar una pequeña Roma o Viena en el norte de Chile. Se trata, simplemente, de clamar por un conductor, un auténtico ‘10’ –parafraseando al fútbol- que agarre el desinflado balón patrimonial, lo vuelva a inflar con el orgullo de la historia –pero de aquella que se sabe bien, no la de los folletos turísticos- y comience a guiar y ordenar los destinos de una ciudad que tiene mucho por entregar, pero cuyo valor sus habitantes aún desconocen.

Sea arquitecto, político, futbolista o hijo de vecino, el segundo centro poblacional más antiguo del país necesita de un ‘mesías’ que despabile a la masa y la haga consciente de la tierra que pisan y de la cáscara única que los envuelve. Helsinki tiene a todos los suyos, desde hace décadas, remando felices por un plan maestro de estas características.

Acá, en tanto, la gente continúa ‘Serena’ y feliz rumbo al mall. Habrá que seguir esperando a que todos los serenenses descubran la ciudad que hay más allá del centro comercial. Por mientras, sigo juntando el dinero para pagar la próxima cuota. El circo debe continuar. Helsinki queda demasiado lejos. 

Para más información sobre Helsinki, visiten: http://sobrefinlandia.com/tag/turismo-en-helsinki/ 

Comentarios

yo lo lei!! jeje

El tema es que tampoco la gente de La Serena se la cree realmente, tiene que ver mucho con el propio compromiso y las ganas de la sociedad organizada.
Imagínate el caso de Valparaíso, qué más claro.